miércoles, 30 de junio de 2010

Diferencia entre enamoramiento y amar


Nos enamoramos cuando conocemos a alguien por quien nos sentimos atraídos y dejamos caer frente a el o ella las barreras que nos separan de los demás.
Cuando compartimos con esa persona nuestros sentimientos y pensamientos más íntimos, tenemos la sensación de que, por fin, hicimos una conexión con alguien.
Este sentimiento nos produce gran placer, hasta la química de nuestro cuerpo cambia, dentro de el se producen unas sustancias llamadas endorfinas.
Nos sentimos felices y andamos todo el día de buen humor y atontados.
Cuando estamos enamorados nos parece que nuestra pareja es perfecta y la persona más maravillosa del mundo. Esa es la diferencia entre enamoramiento y el amor.
Empezamos a amar cuando dejamos de estar enamorados.
¿Que? Así es.
El amor requiere conocer a la otra persona, requiere tiempo, requiere reconocer los defectos del ser amado, requiere ver lo bueno y lo malo de la relación.
No quiere decir que enamorarse no es bueno, al contrario es maravilloso. Sin embargo es solo el principio.
Muchas personas son adictas a estar enamoradas. Terminan sus relaciones cuando la magia de haber conocido alguien nuevo desaparece; cuando empiezan a ver defectos en la otra persona y a darse cuenta que no es tan perfecta como pensaban.
El verdadero amor no es ciego.
Cuando amas a alguien puedes ver sus defectos y los aceptas, puedes ver sus fallas y quieres ayudarle a superarlas.
Al mismo tiempo esa persona ve tus propios defectos y los entiende.
El amor verdadero esta basado en la realidad, no en un sueño de que encontraste a tu príncipe azul o a tu princesa encantada.
Encontraste a una persona maravillosa, de acuerdo, pero no es perfecta ni tu tampoco.
Encontraste a tu alma gemela, pero también los gemelos discuten y también tienen diferencias.
Amar es poner en una balanza lo bueno y lo malo de esa persona y después amarla. El amor es una decisión consciente.
Muchas veces oímos de personas que dicen que se enamoraron de alguien y que no pueden evitarlo.
Que se supone que es una cuestión de suerte?
Que se supone que amamos por arte de magia?
Que se supone que alguien mas tiene poder sobre nosotros?
De ninguna manera. Puedes sentir una gran admiración por alguien, puedes desear tener una relación con alguien, puedes estar muy agradecido por lo que alguien ha hecho por ti, pero... no la amas.
El amor nace de la convivencia, de compartir, de dar y recibir, de intereses mutuos, de sueños compartidos.
Tu no puedes amar a alguien que no te ama, o que no se interesa en ti. El amor verdadero es
reciproco. Recibes tanto como das. Si en este momento, tu mismo tienes un "amor imposible" debes estar molesto conmigo tal vez estas pensando: Como es posible que me digas esto? Que no ves que es amor lo que siento?
No te culpo, yo también tuve alguna vez amores imposibles y también sentí la frustración de que esa persona no me hiciera caso o me abandonara. Pero te repito. No puedes amar a alguien que no te ama.
Haz este experimento:
Llena el espacio en blanco con el nombre de tu "amor imposible"
*Amo intensamente a________________ aunque
no muestre el más mínimo interés en mi.

*Nunca voy a estar con_______________ pero
lo amaré por siempre.

*Voy a amar a ____________ sin importar
que me trate mal o no me haga caso.

*Si no tengo el amor de ____________ no
amare a nadie más.
Como te sientes? Alguna de estas frases te suena familiar?.
Las frases anteriores no hablan de amor verdadero, hablan de lo siguiente:
*Baja autoestima: tu no mereces ser ignorado por nadie, mucho menos ser tratado mal.
*Temor de hacerte responsable de tus sentimientos: si te aferras a alguien que sabes no podrás conseguir, te evitas el trabajo de buscar a alguien que te haga caso.
*No hacerte responsable de ti mismo: Si le das a alguien mas poder sobre ti, evitas tomar tus propias decisiones.
*Miedo: que tal si en lugar de estar sufriendo por esta persona en particular, te olvidas de ella y te pones a buscar alguien con el que si puedas tener una relación?
Lo has intentado verdad?, pero no puedes. Ahora llena las siguientes frases con el mismo nombre:
*Pienso que__________ es maravilloso(a) pero como se que hay pocas probabilidades de que exista algo entre nosotros, buscare alguien que este disponible para mi.
*Veo que____________ no puede ver lo mucho que valgo, buscare alguien que pueda.
*Yo soy un ser humano digno de amor y respeto, si__________ no me lo da, alguien mas lo hará.
*Me amo, así que nunca mas permitiré que__________ me menosprecie.
Las frases anteriores si hablan de amor verdadero. Amor por ti mismo, que como ya dijimos es la base del amor.
En resumen:
  • El enamorarse no es lo mismo que amar.
  • Tu decides a quien amar.
  • No puedes amar a quien no te ama.
  • El amor esta basado en la realidad.
  • El amor no es ciego.
  • Si, el amor esta basado en la realidad,
    pero también tus sueños los puedes
    alcanzar.
  • Por eso analiza y busca la forma de
    encontrar el amor en la persona de tus
    sueños.
  • "Empezamos a amar no cuando encontramos
    una persona perfecta, sino cuando
    aprendemos a ver perfectamente una persona
    imperfecta."

¿Qué es el amor verdadero?


¿Por qué no me enamoro? ¿Qué es el amor? ¿Estaré enamorada de verdad? Miles de mujeres se hacen estas preguntas cada día. Con frecuencia después de un gran enamoramiento inicial, al tiempo sobreviene una decepción o un aburrimiento.

¿Qué pasó?

Tal vez encontremos una respuesta en esta definición sobre en qué consiste el amor verdadero: sería la combinación de deseo, ternura y amistad.

Una pareja se une por la presencia de estos tres elementos y sus momentos de felicidad se deben al equilibrio de estos mecanismos psicológicos. Cada uno de estos factores es una parte primordial de lo que conocemos como "Amor Verdadero".

El deseo es el enamoramiento, el amor pasional. Es el que te hace sentir "loca de amor"; es un amor que duele y se relaciona con lo erótico y lo sexual. La amistad es compartir, preocuparse por el otro, estar juntos en buenas y malas situaciones. Y la ternura es lo grato, el mimo, la no violencia.

Esta fórmula parece ser bastante efectiva pero no fácil de lograr. Cuando algún elemento falta, el sentimiento es de decepción e insatisfacción.

Lo cierto es que a menudo las parejas se "enganchan" por alguno de estos elementos, generalmente el deseo, con ausencia de los otros dos y entonces cuando el deseo se evapora se termina la pareja.

El amor verdadero asegura la pasión, el afecto y la comprensión, y evita los celos y el control, por eso dura más tiempo y produce más placer.

Es el amor el que produce energía, dan deseos de luchar y de cambiar, además conforta en todo momento.

Para no equivocarse, lo ideal es ir tranquila sin estar desesperada por encontrarlo y es ahí cuando entonces aparece. Y recuerda que cuando el amor aparece produce alegría y paz, si trae problemas y llantos no es amor de verdad.

¿Qué opinas? ¿Tú ya encontraste al amor verdadero?

martes, 29 de junio de 2010

Oración de pareja


Oh Dios, nuestro padre celestial, protégenos y bendícenos.

Profundiza y refuerza nuestro amor a diario. Concédenos por tu misericordia que no lleguemos a decirnos palabra mala el uno al otro.



Perdónanos y corrige nuestras faltas, y haz que siempre nos perdonemos cada vez que sin darnos cuenta nos dañamos el uno al otro. Cuídanos y guárdanos bien en lo físico, alertas en la mente, tiernos de corazón, y devotos en espíritu. Oh Dios, concédenos el aspirar y llegar a dar y ser lo mejor el uno para el otro. También te pedimos que llenes nuestras vidas cotidianas de virtudes que sólo tú puedes darnos. Y así, Señor, toma nuestro amor y nuestras vidas en conjunto, que sean para ti una alabanza, que estén al servicio de los demás.
Que estemos siempre unidos delante de ti, en alegría y en paz con la ayuda de Cristo nuestro Señor. Amen.





Te doy gracias, Dios,
por este amor que me has dado,
por esta bendición que me has regalado.
Ayúdame Señor a cuidar su corazón,
a saber corresponder lo que espera de mí,
y a mantener nuestro amor en ti.



Gracias Dios por este amor,
es más de lo que merezco,
pero lo acepto con gran ilusión...
Esta es mi oración,
de gratitud por tan gran corazón,
y esperanza de tu presencia protectora
cuidando de que este amor jamás se apague.



Gracias Dios por este amor.

lunes, 28 de junio de 2010

La Amistad


Cualquier persona normal mantiene relaciones amenas y cordiales con cientos de personas, pero con algunas de ellas se genera un vínculo afectivo más intenso que con otras. Aún así, muchas veces no podemos definir si una persona es amiga, casi amiga, o simplemente alguien con quien existe afinidad y nos llevamos bien.

¿Basta con que alguien nos declare su amistad para considerarlo un amigo? ¿Quiénes son nuestros verdaderos amigos y quiénes no? ¿Cómo distinguir a los amigos sinceros de aquellas personas que sólo fingen su amistad para obtener algún beneficio? Para responder todas estas preguntas, es necesario reflexionar sobre la amistad: qué significa, cómo se expresa, cuáles son sus requisitos. ¿Estaremos siendo buenos amigos? ¿Son nuestros amigos todos aquellos que dicen serlo?


El concepto de amistad

La amistad surge cuando dos o más personas desarrollan un afecto mutuo, desinteresado e incondicional. Un amigo se asemeja a un hermano, pero existe una diferencia fundamental: los amigos no nos vienen dados, podemos elegirlos. En este punto se encuentra la clave del asunto. Los amigos tienen tanta importancia en nuestras vidas justamente porque se trata de relaciones que nosotros mismos decidimos crear y mantener a cada instante. Nada ni nadie nos obliga a soportarlos, como sí puede suceder con ciertos parientes. Por el contrario, la amistad se genera cuando dos personas se eligen mutuamente para compartir parte de sus vidas: experiencias, intereses, conocimientos, actividades, etc.

Es muy difícil encontrar una buena definición de “amistad”, capaz de agotar toda la complejidad de semejante concepto. Algunos la conciben como “una virtud que nos lleva a una relación sólida, profunda, desinteresada y recíproca con otra persona”. Para la Real Academia Española, consiste en el “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”.


Características de una relación de amistad

- Confluencia de las voluntades para establecer y mantener un vínculo de afecto recíproco y confianza mutua. La amistad unilateral no existe. Es una farsa. Si el afecto y la confianza no son recíprocos, no puede haber amistad. Para que exista amistad, es imprescindible que todas las personas involucradas experimenten el deseo de crear ese vínculo. Porque no sólo se trata de crearlo: también se debe mantenerlo, y eso es quizás lo más complicado y apasionante a la vez. Las verdaderas amistades se asemejan a las plantas: requieren cuidado, y se van marchitando si no se las atiende debidamente.

- Continua actualización, recreación y redefinición. La amistad no es algo estático. Como toda relación humana, varía con la experiencia y el trato cotidiano. Luego de una charla, de compartir una experiencia, seguimos siendo amigos, pero nunca de la misma manera que antes. Cada nueva palabra, cada reacción, cada contestación, cada nueva experiencia compartida va forjando una historia común, que será tenida en cuenta por los amigos en sus futuros intercambios. Entonces, la amistad es una relación que está constantemente actualizándose: se recrea y se redefine constantemente, para mejor o para peor.

- Permanece a lo largo del tiempo, el espacio y los cambios personales. La amistad genuina es indisoluble. El amigo temporario no es un amigo, es otra cosa. Durante el crecimiento físico y mental, vamos cambiando muchas cosas, pero no a los verdaderos amigos. Los amigos de verdad pueden tener profundos desacuerdos, que provoquen apasionadas discusiones muy enriquecedoras, pero tales diferencias jamás resultarán tan grandes como para amenazar la continuidad de la relación amistosa. Antes que el orgullo por tener la razón, siempre se impondrá el afecto, la tolerancia y la aceptación del otro tal como es. Entonces, la amistad no puede más que crecer a lo largo del tiempo, a medida que los amigos van teniendo ocasión de conocerse y comprenderse mejor. Tampoco la distancia amenaza a una amistad verdadera: dos amigos siempre se sentirán cerca uno del otro, se encuentren donde se encuentren, y siempre hallarán la forma de mantener el contacto y la vitalidad del vínculo.

- Es desinteresada. De lo contrario, no hay amistad sino manipulación. La amistad es incompatible con el interés, egoístamente entendido. No busca el beneficio propio, sino el enriquecimiento común. La amistad es el fin de la relación, y no un medio para obtener fines subsiguientes. De lo contrario, no hay que hablar de amistad sino de manipulación: una persona simula ser amiga de otra para conseguir algo de ella. En la amistad, se ve al otro como persona, y se siente interés por conocerla a fondo. En la manipulación, el otro es visto como un instrumento, como una cosa útil a mis propósitos. Las relaciones de manipulación son en muchos casos válidas y necesarias en la vida social, pero jamás no deberían ser confundidas con relaciones de amistad, porque no lo son, ni se le parecen. La amistad debe darse siempre de igual a igual, sin que uno esté dominando ocultamente al otro para sacar una ventaja. El típico caso de una falsa amistad es el de los intercambios que siempre se orientan en un solo sentido: uno siempre da (afecto, bienes, favores, etc.) y el otro siempre recibe, cuando en una amistad verdadera los roles de dador y receptor se intercambian constantemente. Otra forma de manipulación, quizás más oculta e inconsciente, ocurre cuando una persona busca la amistad de otra porque cree que eso la ayudará a superar algún problema personal, a posicionarse mejor en ciertos ámbitos, a relacionarse con la gente que rodea a esa persona, etc.. Por ejemplo, si una persona trata de hacerse amiga de gente extrovertida para superar su timidez, no busca amigos sino instrumentos. Lo mismo ocurre si me hago amigo de una persona para tener ocasión de tratar a alguien que conviva con ella. Entonces, no hay amistad verdadera si la causa de la unión es el interés individual, sea del tipo que sea.

- Puede basarse en intereses y metas comunes. Muchas veces, la amistad se alimenta de cierta cantidad de ideas, objetivos, prioridades, opiniones e intereses, pero estos tienen que ser compartidos. Casi siempre, los amigos comparten filosofías de vida, posiciones políticas, nociones sobre el bien y el mal, etc. Estas coincidencias de fondo hacen tolerable cualquier diferencia superficial y generan una sensación de complicidad que fortalece la amistad.

- Enriquece a ambos. El resultado de una amistad es siempre el beneficio mutuo. Los amigos se ven como iguales, y se ayudan a crecer. Cuando se establece una verdadera relación de confianza, las críticas constructivas de nuestros amigos nos ayudan a mejorar, a desarrollar nuestras potencialidades contando con el juicio sincero de alguien que nos aprecia y que quiere lo mejor para nosotros. La mirada de un amigo siempre complementa y enriquece la mirada propia. El amigo nos presta sus ojos para ver nuestra realidad desde una óptica diferente.

- Genera un compromiso, un deseo de pasar tiempo juntos y un agrado por compartir ideas, gustos y experiencias.

- Despierta un interés y una preocupación genuina. Cada amigo experimenta el deseo de mantenerse al tanto de lo que le pasa al otro: su bienestar, sus problemas, sus logros. Se está atento para apoyarlo cuando haga falta, para celebrar lo que le ocurra de positivo, para apuntalarlo cuando esté por caer.

- Empatía y espontaneidad. Un verdadero amigo tiene una poderosa voluntad de comprender al otro, de ver por qué actúa como lo hace, y de qué formas puede ayudarlo a mejorar. Este interés por descubrir y conocer más profundamente al amigo genera un clima de no agresión, en el que ambos pueden hablar sin miedos y sin temor de ser reprendidos por ser quienes son y pensar como piensan. Entre amigos se puede hablar y actuar con naturalidad, minimizando los frenos sociales que normalmente surgen por temor al rechazo en relaciones de menor confianza e intimidad.

La Confianza



Todo es cuestión de confianza. Sin ella no podemos convivir. Toda nuestra existencia gira en torno a la confianza/desconfianza en los otros, y también en nosotros mismos. Al subir a un avión ponemos nuestra vida en manos del piloto. Si cogemos un taxi confiamos en que nos lleve a nuestro destino, por el camino más corto, y que nos cobre lo justo. Cuando nos sentamos a la mesa de un restaurante pensamos, en primer lugar, que los alimentos estarán en buenas condiciones. Al abrir la puerta de nuestra casa suponemos que el invitado se comportará con corrección.

La solidez de la pareja, de la relación comercial, del grupo de amigos, del equipo de trabajo, de la asociación, del partido político, de las organizaciones y del conjunto de la sociedad se basa, en gran medida, en la confianza que existe entre sus miembros. En el éxito de un grupo juega un papel fundamental la fuerza de la unión de sus componentes, y esta unión es, sobre todo, producto de la confianza.

La confianza es una poderosa energía. Se apoya en la firme esperanza y proporciona seguridad, optimismo, bienestar, alegría. La confianza nos hace más fuertes, más libres y también mejores. Por el contrario, el recelo lleva al temor, al malestar, a la insatisfacción. La duda, la inquietud, nos reprime, no nos deja actuar, dificulta que tomemos iniciativas, nos paraliza, sufrimos.

Para sobrevivir, el ser humano tuvo que aprender a confiar en el otro. Cuando el homínido dejó el árbol y se adentró en un medio desconocido y lleno de peligros encontró en la asociación con otros miembros de su especie la forma de no perecer. El vínculo social explica nuestro desarrollo, y esa unión se fundamenta en la mutua confianza.

El indefenso recién nacido enseguida experimenta que necesita de los otros, de los adultos. De ellos espera todo. Si le dan calor, si le cubren sus necesidades básicas y afectivas, y si le enseñan apoyándolo, el niño crecerá con confianza en sí mismo y en los demás. Por el contrario, los niños que son reprimidos y castigados de forma arbitraria, aquellos que no sienten el afecto, suelen convertirse en adultos inseguros y recelosos (esta evolución también se observa en muchas especies animales: el perro que ha sido maltratado se comporta de forma huidiza y enseguida enseña los dientes). Si a una persona se le repiten mensajes como: «no sirves», «lo has hecho mal», «eres torpe», «eres malo», «eres un pecador» se acabará con su autoestima y verá a los demás como fuente de insatisfacción. Claro que tampoco es bueno el extremo opuesto: no es bueno decir que todo es de color de rosa, ya que todos nos equivocamos y el mundo también es duro y existe el dolor, la maldad y la injusticia. La personalidad equilibrada, el individuo seguro de sí mismo y básicamente adaptado al entorno, se forma cuando es socializado mostrando que la realidad es compleja, que es fuente de satisfacciones y de sufrimientos, y que los seres humanos podemos ser capaces de comportamientos solidarios y egoístas, del bien y del mal.

Cuando el niño intenta sus primeros pasos escuchará de su padre y de su madre palabras de ánimo, de seguridad; expresiones que le transmiten confianza: «no tengas miedo, aquí estoy yo", "adelante, vas bien», «así se hace, estupendo», «no te preocupes, confía en mí». Y, entonces, estimulado y con una sonrisa, comenzará a caminar y verá que al final, en el extremo, se encuentran los brazos abiertos y protectores de sus padres. Poco a poco, paso a paso, pedalada tras pedalada, confiando en los otros y comprobando que la fe que se deposita no es defraudada, nos vamos convirtiendo en individuos que podemos relacionarnos, en adultos que sabemos vivir en comunidad.

Consideramos amigos a aquellos en quienes podemos confiar; sabemos que ellos están para las maduras y para las verdes. Otra cosa son los conocidos o los compañeros; con esos nos reímos y celebramos cuando la situación es favorable para todos, pero cuando hay dificultades es fácil que cada uno vaya a lo suyo: el egoísmo suele asomar la cabeza.

Si se trata de una relación amorosa, el acuerdo sentimental implica la mutua entrega. El enamorado dice: «todo lo tuyo es mío», «somos uno», «te entrego mi corazón». Por eso, la infidelidad, el engaño, duele tanto, porque se ha faltado en lo más profundo. Y volver a reestablecer el vínculo de la confianza es difícil: se ha roto algo que se suele considerar fundamental (al reconocer la fragilidad de los sentimientos y para prevenir males mayores, algunos toman la precaución de establecer la separación de bienes; de esta forma, si el hogar se hunde, al menos cada miembro de la pareja puede salvar sus muebles).

Las relaciones comerciales se basan en una confianza no defraudada. El buen comerciante lo sabe: un cliente descontento es un cliente perdido y además difundirá su malestar. A medio y largo plazo el engaño no es un buen negocio. La buena imagen de un establecimiento se logra cumpliendo lo prometido, respondiendo a las expectativas, no defraudando. La fidelidad del cliente se logra cuando se satisfacen sus necesidades. Si se mantiene la confianza de los clientes el negocio está asegurado. Para convencer a los consumidores de que merecen esa consideración, los supermercados LUPA se anuncian como: 'Tus vecinos de confianza', y la conocida marca de quesitos en porciones proclamaba 'De El Caserío me fío'.

En la tradicional tienda de ultramarinos se fiaba al vecino (es decir, se ayudaba al miembro de la comunidad) porque se sabía que en cuanto pudiese saldaría su deuda. La palabra era sagrada, era el mayor compromiso; el prestigio social del individuo estaba comprometido. En la actualidad a nadie se le ocurre decir a la cajera del gran centro comercial: «Mañana se lo pago, por favor, apúntelo». Se sabe que la única opción que el sistema admite es el préstamo y este no se basa en la confianza, sino que se apoya en un aval (en una nómina, en unas propiedades o en el respaldo del capital). Además, la entidad financiera siempre cobra unos intereses; nada se fía, el préstamo cuesta.

Cuando una población no confía en sus instituciones y en sus políticos la Democracia se tambalea. El sistema democrático está en crisis cuando los ciudadanos piensan que la justicia no es igual para todos (no es justa), cuando consideran que no todas las personas tienen igualdad de oportunidades y, además, cuando perciben que los dirigentes se preocupan de sus intereses particulares y de partido y no de procurar el bienestar general. Aquí es oportuno recordar la definición de Democracia que se ha atribuido a W. Churchill: «Es ese tipo de sociedad en la que si alguien llama a tu puerta a las 5 de la madrugada, sólo puede ser el lechero»; es decir, en la sociedad democrática el individuo puede sentirse seguro, confiar y dormir tranquilo.

La desconfianza en el pueblo vecino provoca que los países se armen, y cuando lo hace uno ya se sabe que el movimiento es siempre en espiral: cuanto más se arma un ejército más se arma el contrario, y junto a la carrera por acumular más armas que el otro, se incrementa el miedo y el odio, y el peligro. La historia así lo atestigua.

Nuestra biografía nos condiciona. Las experiencias anteriores hacen que estemos confiados o que, por el contrario, seamos recelosos. Cuando iniciamos una relación interpersonal no partimos de cero, el pasado nos influye. El que ha sido engañado anteriormente se acercará al otro con temor, quien ha vivido la honestidad establecerá relaciones más generosas. También es posible que el defraudado reaccione siendo especialmente cuidadoso y exigiendo, a los demás y a sí mismo, un comportamiento impecable. En cualquier caso, la secuencia del encuentro con el otro es siempre la misma: al inicio nuestras defensas están puestas, hablamos de lo intrascendente, de lo admitido por todos; tomamos precauciones y apenas mostramos cómo somos, cuáles son nuestros problemas y qué sentimos; nos movemos en un plano superficial. En un segundo momento, si nuestras expectativas se van cumpliendo, empezamos a bajar nuestras barreras y mostramos más de nosotros, damos paso a comunicar nuestra intimidad. La confianza se gana y se pierde; mejor dicho, se gana poco a poco y se pierde con rapidez, y cuando se ha roto es difícil de reestablecer.

La confianza implica reciprocidad. Vamos depositando nuestra confianza en el otro al comprobar que no somos defraudados y, al mismo tiempo, porque experimentamos que también somos objeto de confianza. Esperamos, porque estamos convencidos de que vamos a recibir. Damos, porque a nosotros nos han dado. El egoísta, el que sólo pide, el que recibe y nunca da, acaba con la relación. Cuando se establece una relación de mutua confianza se está firmando un pacto y quien lo incumple hace fraude; la estafa es especialmente grave cuando uno se aprovecha de que el otro confía.

La confianza hay que saber administrarla, y es complicado. En primer lugar, tenemos que ganarnos la confianza de los otros y, en segundo término, no podemos pretender que todo el mundo se fíe de nosotros. También sabemos que, desgraciadamente, no podemos confiar en todo el mundo, que esa actitud no es prudente, que la dura realidad nos dice que hay que tomar precauciones. Además, si nos 'abrimos', si depositamos nuestra esperanza en el otro, de alguna forma le convertimos en deudor nuestro, esperamos de él su comprensión y a veces una respuesta equivalente, pero puede ocurrir que la otra persona no quiera establecer una relación tan estrecha. No debemos pasarnos ni quedarnos cortos. Las relaciones humanas son complejas.

La falta de lealtad y el individualismo egoísta deterioran las relaciones humanas, y entonces se instala la desconfianza y la vida en sociedad se vuelve más triste y dura. Estaría bien que entre todos lográsemos que no se convierta en un signo de nuestro tiempo. Cuando el homínido dejó el árbol y se adentró en un medio desconocido y lleno de peligros encontró en la asociación con otros miembros de su especie la forma de no perecer.

La Bondad


La bondad perfecciona a la persona porque sabe dar y darse sin temor a verse defraudado, transmitiendo aliento y entusiasmo a quienes lo rodean.

En ocasiones el concepto de bondad es confundido con el de debilidad. A nadie le gusta ser "el buenito" de la oficina, de quien todo el mundo se aprovecha. Bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques para convertirlos en mansedumbre.

La bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. Este valor, por consiguiente, desarrolla en cada persona la disposición para agradar y complacer en justa medida a todas las personas y en todo momento.

¿En qué momentos nos alejamos de una actitud bondadosa? Es muy sencillo apreciarlo en las actitudes agresivas que se adoptan con los malos modales y la manera de hablar, a veces con palabras altisonantes, con la razón de nuestra parte o sin ella; la indiferencia que manifestamos ante las preocupaciones o inquietudes que tienen los demás, juzgándolas de poca importancia o como producto de la falta de entendimiento y habilidad para resolver problemas. ¡Qué equivocados estamos al considerarnos superiores! Al hacerlo, nos convertimos en seres realmente incapaces de escuchar con interés y tratar con amabilidad a todos los que acuden a nosotros buscando un consejo o una solución.

Equivocadamente, nuestro ego puede regocijarse cuando alguien comete un error a pesar de las advertencias, casi saboreando aquellas palabras de: "no quiero decir te lo dije, pero... te lo dije", y nos empeñamos en poner "el dedo en la llaga", insistiendo en demostrar lo sabios que son nuestros consejos; seguramente todo esto sale sobrando, pues la persona ya tiene suficiente con haber reconocido su error y quizá en ese momento esta afrontando las consecuencias.

La bondad no se detiene a buscar las causas, sino a comprender las circunstancias que han puesto a la persona en la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación y en procurar el encontrar los medios para que no ocurra nuevamente. La bondad tiene tendencia a ver lo bueno de los demás, no por haberlo comprobado, sino porque evita enjuiciar las actitudes de los demás bajo su punto de vista, además de ser capaz de "sentir" de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al ofrecer soluciones .

Una persona con el ánimo de "exaltar" su bondad, puede subrayar constantemente "lo bueno que ha sido", "todo lo que ha hecho por su familia", "cuánto se ha preocupado por los demás" y eso por supuesto no es bondad. La bondad es generosa y no espera nada a cambio. No necesitamos hacer propaganda de nuestra bondad, porque entonces pierde su valor y su esencia. El hacernos pasar por incomprendidos a costa de mostrar lo malos e injustos que son los demás, denota un gran egoísmo. La bondad no tiene medida, es desinteresada, por lo que jamás espera retribución. Podemos añadir que nuestro actuar debe ir acompañado de un verdadero deseo de servir, evitando hacer las cosas para quedar bien... para que se hable bien de nosotros.

El ser bondadoso tampoco equivale a ser blando, condescendiente con la injusticia, o indiferente ante lo que esta bien o esta mal en las actitudes y palabras de quienes nos rodean, por el contrario, sigue siendo enérgico y exigente, sin dejar de ser comprensivo y amable. Del mismo modo, jamás responde con insultos y desprecio ante quienes así lo tratan, por el dominio que tiene sobre su persona, procura comportarse educadamente a pesar del ambiente adverso.

La bondad, como hemos visto, va más allá que un simple ofrecimiento de cosas materiales en condiciones precarias, para fomentar este valor en nuestra vida podemos considerar que debemos:

- Sonreír siempre
- Evitar ser pesimistas: ver lo bueno y positivo de las personas y circunstancias
- Tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran: con amabilidad, educación y respeto.
- Corresponder a la confianza y buena fe que se deposita en nosotros.
- Ante la necesidad de llamar fuertemente la atención (a los hijos, un subalterno, etc.), hacer a un lado el disgusto, la molestia y el deseo de hacer sentir mal al interesado: buscar con nuestra actitud su mejora y aprendizaje.
- Visitar a nuestros amigos: especialmente a los que están enfermos, los que sufren un fracaso económico o aquellos que se ven afectados en sus relaciones familiares.
- Procurar dar ayuda a los menesterosos, sea con trabajo o económicamente.
- Servir desinteresadamente.

El valor de la bondad perfecciona a la persona que lo posee porque sus palabras están cargadas de aliento y entusiasmo, facilitando la comunicación amable y sencilla; sabe dar y darse sin temor a verse defraudado; y sobre todo, tiene la capacidad de comprender y ayudar a los demás olvidándose de sí mismo.

El Optimismo


En todo optimismo y para todo optimismo.
En ti mismo; no en nadie. Sí; en Dios. Sólo; en Él
y; nada más. ¡Nada más!.

Optimismo; para crear de la nada, sólo Dios.
Optimismo; para comerse un pan subjetivo, cuando; no hay pan.
Optimismo; para tomar una ducha, cuando; no hay agua.

Optimismo; para saber, cuando; se sabe mucho o nada.

Optimismo; para dormir, cuando; se tiene todo menos “sueños”.

Optimismo; para rasgarse las vestiduras, cuando; ni harapos se tiene.
Optimismo; para el amor, cuando; no se sabe qué es el amor.

Optimismo; para viajar, cuando; se está en bancarrota.

Optimismo; para trabajar, cuando; el trabajo es utopía.

Optimismo; para gritar, cuando; no se tiene voz.

Optimismo; para hablar, cuando; no se sabe que decir.

Optimismo; para beber, cuando; ni vinagre hay.
Optimismo; para inventar, cuando; todo se ha inventado.
Optimismo; para patentar, cuando; no se ha creado nada.
Optimismo; para improvisar, cuando; todo ha sido improvisado.
Optimismo; para triunfar, cuando; todo son derrotas.
Optimismo; para ganar, cuando; no hay competencia.
Optimismo; para aceptarnos unos a otros, cuando; ya no existen hombres.
Optimismo; para respetar la ley, cuando; en el mundo no hay leyes.
Optimismo; para amarnos, cuando; sólo el odio, nos gobierna.
Optimismo; para emigrar, cuando; ya hemos muerto todos.
Optimismo; para ganar, cuando; no hay quien compita.
Optimismo; para vencer, cuando; todo está perdido.
Optimismo; en la muerte, cuando; existe la eternidad.

En todo optimismo y para todo optimismo.
En ti mismo; no en nadie. Sí; en Dios. Sólo; en Él
y; nada más. ¡Nada más!.

La Paciencia


La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, no reaccionar o un simple aguantarse: es fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone a nuestra disposición para el continuo progreso interno.

A veces las prisas nos impiden disfrutar del presente. Disfrutar de cada instante sólo es posible con unas dosis de paciencia, virtud que podemos desarrollar y que nos permitirá vivir sin prisas. La paciencia nos permite ver con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos.

La paciencia es la virtud por la que soportamos con ánimo sereno los males y los avatares de la vida, no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores.

La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse: es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas. Identificamos entonces nuestra voluntad con la de esa “chispa” divina de la que procedemos, y eso nos permite mantener la fidelidad en medio de las persecuciones y pruebas, y es el fundamento de la grandeza de animo y de la alegría de quien está seguro de hacer lo que le dicta su propia conciencia.



La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan ya que piensan que a las cosas que no dependen estrictamente de uno hay que darles tiempo.

La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía.

Es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar, con uno mismo.

Paciencia también con quienes nos relacionamos más a menudo, sobre todo si, por cualquier motivo, hemos de ayudarles en su formación, en su enfermedad. Hay que contar con los defectos de las personas que tratamos –muchas veces están luchando con empeño por superarlos-, quizá con su mal genio, con faltas de educación, suspicacias... que, sobre todo cuando se repiten con frecuencia, podrían hacernos faltar a la caridad, romper la convivencia o hacer ineficaz nuestro interés en ayudarlos. El discernimiento y la reflexión nos ayudará a ser pacientes, sin dejar de corregir cuando sea el momento más indicado y oportuno. Esperar un tiempo, sonreír, dar una buena contestación ante una impertinencia puede hacer que nuestras palabras lleguen al corazón de esas personas.

Paciencia con aquellos acontecimientos que llegan y que nos son contrarios: la enfermedad, la pobreza, el excesivo calor o frío... los diversos infortunios que se presentan en un día corriente: el teléfono que no funciona o no deja de comunicar, el excesivo trafico que nos hace llegar tarde a una cita importante, el olvido del material del trabajo, una visita que se presenta en el momento más inoportuno. Son las adversidades, quizá no muy trascendentales, que nos llevarían a reaccionar quizá con falta de paz. En esos pequeños sucesos se ha de poner la paciencia.

¿Qué es el miedo?


El miedo o temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente o futuro. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta tanto en los animales como en el ser humano.

Fisiología, psicología y bioquímica del miedo
El mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales, en el cerebro, concretamente en el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida y la evitación del dolor, y en general de todas las funciones de conservación del individuo y de la especie. Este sistema revisa de manera constante (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a través de los sentidos, y lo hace mediante la estructura llamada amígdala, que controla las emociones básicas, como el miedo o el afecto, y se encarga de localizar la fuente del peligro. Cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su respuesta puede ser la huida, la pelea o la rendición. Recientemente se ha encontrado que la sensación de miedo está mediada por la actuación de la hormona vasopresina en la amígdala cerebral mientras que la sensación de confianza lo está a la de la hormona oxitocina, también en la amígdala. Está en estudio un antagonista selectivo de la vasopresina, el compuesto SSR149415, que bloquea la sensación de miedo "social" -miedo hacia otros animales de la misma especie- pero no otros tipos de miedo; los fármacos que bloquean el miedo social por antagonismo de la vasopresina es posible que nunca se comercialicen dada las misiones, biológicas y de otros tipos, que tiene tal tipo de miedo en el funcionamiento de las sociedades animales incluida la humana (es de destacar que el etanol inhibe la produción de vasopresina). Es interesante señalar que el miedo al daño físico provoca la misma reacción que el temor a un dolor psíquico.
La extirpación de la amígdala parece eliminar el miedo en animales, pero tal cosa no sucede en humanos (que a lo sumo, cambian su personalidad y se hacen más calmados), en los que el mecanismo del miedo y la agresividad es más complejo e interactúa con la corteza cerebral y otras partes del sistema límbico.
El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos: se incrementa el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea. El sistema inmunológico se detiene (al igual que toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina). También se producen importantes modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la visión, dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.
Como el sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos frontales (encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se desactivan parcialmente. Durante un ataque de pánico la atención consciente queda fijada en el peligro, y si los síntomas fisiológicos como el ritmo cardíaco o la presión sanguínea son interpretados por el sujeto como una confirmación de la realidad de la amenaza se produce una retroalimentación del miedo, que impide una ponderación del auténtico riesgo. Esto sucede, especialmente, en el caso de las fobias: la atención del fóbico es incapaz de prestar atención a otra cosa y magnifica el peligro ante la incomprensión de los presentes.
La consolidación en la memoria de un episodio de miedo intenso (o de un trauma) no es inmediata. Según los investigadores Min Zhuo, Bao Ming Li y Bong Kiun Kaang la activación de los receptores NMDA (que son las moléculas que reciben las señales bioquímicas que provocan un efecto fisiológico concreto) provocan que en esos receptores se produzca una huella en las células cerebrales. En concreto, sería la subunidad molecular llamada NR2B la que serviría de marca de memoria. En experimentos realizados con ratones, el bloqueo de la NR2B en la corteza prefrontal produjo la desaparición de la reacción a un miedo previamente experimentado.

¿Qué es el enojo?


El enojo es una emoción muy fuerte que estimula una acción agresiva. Es una reacción fisiológica y psicológica al dolor, el sufrimiento, la amenaza o el peligro. La amenaza puede ser real o imaginaria.


Las personas tienen sensibilidades, deseos y necesidades sociales. Cuando no se las satisfacen o se afectan, nos sentimos frustrados. Y la frustración es la “madre” del enojo y la agresión.
Podemos ver muchos ejemplos de enojo cuando las personas no aceptan nuestra opinión, si el bebé llora constantemente o si nos agobia la fatiga, si alguien nos lastima o insulta, etc. etc.


La sensación de enojo y las emociones no constituyen un problema ni un factor negativo. Lo que importa es cómo hacemos frente y expresamos nuestro enojo.
En muchos casos el enojo nos fortalece y nos motiva para solucionar los problemas. Y por el otro lado, el enojo nos puede volver irracionales y así decir cosas que jamás tuvimos la intención de expresar.

Varias maneras de expresar el enojo
Cada persona tiene un estilo distinto y por ende una respuesta diferente al enojo.
Para algunos el enojo no representa un problema, se enojan, resuelven el problema relativamente rápido y ya pasan a otra cosa.
Están los que hablan del enojo o que se enfrentan a la causa.
Y están los que expresan su enojo por medio de actividades que los calman, como el ejercicio físico, deportes y actividades similares.
Por el contrario, para otras personas el enojo constituye un problema al que no logran enfrentar. El enojo puede llevar a la frustración, depresión, ataques de rabia o situaciones estresantes.


Como podemos ver, el enojo no es un problema en sí mismo y lo más importante es cómo le hacemos frente.


¿Qué situaciones originan un sentimiento de enojo?

Son muchas las situaciones que originan un sentimiento de enojo. Por ejemplo, los adolescentes son más susceptibles a expresar sentimientos de enojo y arranques de ira. Los cambios hormonales y la gran presión tienen un efecto significativo.
Otras situaciones que llevan al enojo:
• Fatiga
• Hambre
• Cambios hormonales
• Enfermedad
• Dolor físico y crónico
• Insultos, agravios


El enojo y su efecto sobre el organismo

El enojo reprimido puede afectarnos física y mentalmente. Cuando nos enojamos el organismo se prepara para un cambio: Aumenta la presión arterial, se aceleran los latidos cardíacos, se produce una gran cantidad de adrenalina, se dilatan las pupilas y se movilizan otras funciones físicas, según se requiera.
Si reprimimos nuestro enojo y no lo expresamos, podemos afectar a nuestro organismo.
Además del daño físico, también sufrimos daño mental y psicológico, en el caso de enfermedad mental, arranques de ira, frustración, ansiedad, etc.

Los niños y el enojo
Los niños son seres emocionales y por ende es importante que expresen su enojo abiertamente. No debemos suprimir su enojo porque de lo contrario estamos suprimiendo su imaginación y creatividad, aunque, por supuesto, debemos poner algunos límites.

¿Qué debemos hacer? ¿Cómo podemos enfrentar el enojo?
Podemos tratar de restringir nuestros arranques de ira todo lo posible, si bien a veces no hay problema si se grita, aunque después tenemos que explicar porqué nos enojamos y empezar de nuevo.
Lo importante es no reprimir el enojo ni permitir que una pelotita se convierta en un enorme balón. Porque cuando estalla, el enojo se convierte en odio.
Y si el enojo no estaba justificado y cometimos un error, debemos saber pedir perdón.


La tristeza


¿Estás bajo de ánimos, sin ganas de nada, triste? Sí es así, no estás solo. Todo el mundo se pone triste a veces. Sí, todo el mundo, todas y cada una de las personas que conoces. Algunas personas se ponen tristes sólo de vez en cuando, mientras que a otras les asalta la tristeza más a menudo. Más de la mitad de los adolescentes atraviesan un periodo de tristeza por lo menos una vez al mes y a bastantes niños les ocurre lo mismo. Cuando uno está triste, puede tener la sensación de que ese sentimiento va a durar siempre, pero generalmente la tristeza no dura mucho -unas horas, o tal vez un día o dos. Hay un tipo de tristeza más profunda e intensa que dura más y que se denomina depresión.

¿Qué es la tristeza?

La tristeza es un sentimiento -una de las muchas emociones humanas normales, o estados de ánimo que tenemos todos. La tristeza es la emoción que sentimos cuando hemos perdido algo importante, cuando nos ha decepcionado algo o cuando ha ocurrido alguna desgracia que nos afecta a nosotros o a otra persona. Cuando nos sentimos solos, a menudo nos sentimos tristes. Cuando estás triste, es fácil que el mundo te parezca oscuro e inhóspito, y que no haya nada que te haga ilusiónar. Es posible que el dolor que sientes en tu interior no permita que aflore tu buen humor habitual. Cuando estés triste, es posible que tengas ganas de llorar, y a veces te resultará difícil contener las lágrimas. Pero probablemente el hecho de llorar te ayudará a sentirte mejor. A veces, cuando uno está triste, sólo quiere que le dejen solo durante un rato. O puede preferir que otra persona le consuele o se limite a hacerle compañía mientras él se va reponiendo de la tristeza. Hablar sobre lo que nos ha puesto tristes suele ayudar a mitigar este sentimiento. Cuando la tristeza se empieza a alejar, es posible que tengas la sensación de que te están quitando un gran peso de encima.

¿Por qué es natural estar triste?

Estar triste de vez en cuando es algo completamente normal. Tal vez no hayas logrado algo que deseabas con todas tus fuerzas. Tal vez echas de menos a alguien. Tal vez alguien que te cae muy bien no quiere ser tu amigo y eso te duele. O quizás padezcas una enfermedad o un trastorno que te impide hacer cosas que te gustaría hacer, o que te hace sentirte diferente de tus amigos. Hay muchos motivos por los que una persona puede sentirse triste. La mayoría de las veces, la tristeza se debe a una pérdida o separación, a un cambio difícil, a que hay algo que nos ha decepcionado o a problemas de relación.

Pérdida y separación

Se trata de la causa más habitual de tristeza. Es muy triste perder a alguien o algo que teníamos en gran estima. Hay muchos tipos de pérdidas. La muerte de un familiar, amigo o mascota puede sumir a una persona en una tristeza que puede durarle semanas o meses. El tipo de tristeza que uno experimenta a raíz de la pérdida de un ser querido tiene un nombre concreto -duelo. Otros tipos de pérdidas o separaciones de personas que son importantes en tu vida también te pueden provocar tristeza, por ejemplo, que tus padres se divorcien. A veces, es muy difícil pensar con claridad porque no te puedes quitar la pérdida de la cabeza. Generalmente, la intensidad de la tristeza provocada por la pérdida se atenúa con el paso del tiempo, aunque en las pérdidas muy importantes es posible que siempre quede algo de tristeza.

Cambios

Los cambios que te obligan a alejarte de algo (o alguien) querido, como trasladarte a otra cuidad o cambiar de colegio, lo que suele suponer tener que separarte de viejos amigos, también pueden hacerte sentir triste. La llegada un nuevo hermanito también puede provocarte tristeza, a pesar de que todo el mundo piense que deberías estar contento.

Decepciones

Las pequeñas y/o grandes decepciones, como perder un partido que esperabas ganar, sacar mala nota en un examen o que no te inviten a una fiesta también pueden ponerte triste. La tristeza es una reacción natural ante ese tipo de cosas. La intensidad de esa tristeza suele estar relacionada con la magnitud de la pérdida o de la decepción.

Relaciones

Las relaciones suelen aportar alegría y diversión la mayor parte del tiempo. Pero la tensión y los conflictos en las relaciones importantes, o la ruptura de una relación también pueden ser motivo de tristeza. Muchos niños se pelean con otros miembros de su familia, especialmente con sus padres, mientras crecen y luchan por ganar cada vez mayor independencia. La gente suele experimentar tristeza cuando tiene algún problema con sus seres queridos, o cuando recibe muchas críticas y reprimendas. Se puede discutir por motivos tan diversos como el dinero, la ropa, el corte de pelo, los estudios o los amigos, y este tipo de discusiones también pueden provocar tristeza. En tu centro de estudios, los problemas que puedas tener con los profesores y el hecho de sacar malas notas también pueden hacer que te sientas triste.

Más cosas que pueden ponerte triste

Otros niños, se trate de amigos, desconocidos o conocidos que no son amigos tuyos, pueden herir tu sentimientos y hacerte sentir triste al propiciar enfrentamientos, meterse contigo, o presionarte para que hagas "lo que hacen todos los del grupo", rehusar apoyarte cuando necesitas apoyo, o no dejarte participar en las actividades grupales. No sentirte comprendido por tu círculo familiar o de amistades también puede hacerte sentir triste. A veces, la tristeza se mezcla con otros sentimientos. Cuando uno está triste, también puede sentir enfado o culpa. Es posible que tienda a buscar culpables, intentando echar las culpas de lo ocurrido a otras personas o a sí mismo. Algunas veces, los niños creen erróneamente que las cosas tristes, como la muerte, la enfermedad de un ser querido o el divorcio de sus padres, son culpa suya -pero están equivocados. Ellos no son los causantes de tales sucesos.

¿Cuándo se convierte la tristeza en un problema?

Cuando la tristeza dura mucho tiempo, es demasiado intensa e impide que una persona disfrute de las cosas buenas de la vida, se denomina depresión. He aquí algunos de los síntomas de la depresión:
  • sensación de vacío e incapacidad para ilusionarse con nada
  • sensación de desamparo y desesperación (ausencia de esperanzas)
  • sentimiento de culpa y de desvaloración
  • sensación de estar solo en el mundo y de que nadie te quiere
  • estar irritable y enfadarse fácilmente (cualquier cosa te saca de quicio)
  • incapacidad para disfrutar de las cosas
  • problemas de concentración en clase o a la hora de hacer los deberes, y/o empezar a sacar peores notas en el colegio
  • problemas para concentrarse en la lectura o en lo que se ve por televisión o no acordarse de qué trataba lo que se ha leído o lo que se ha visto por televisión
  • falta de energía y sensación de estar siempre cansado
  • dormir demasiado o demasiado poco
  • no comer lo suficiente y perder peso o comer demasiado y ganar peso
  • pensar en la muerte o en el suicidio
  • pasar menos tiempo con los amigos y más tiempo solo
  • llorar mucho, a veces sin motivo aparente
  • estar inquieto (dificultad para relajarse o estarse quieto)
  • tener ciertas sensaciones corporales, como frecuentes dolores de estómago, dolor de cabeza u opresión de pecho
Hay niños que están deprimidos y no lo saben. Frecuentemente, son sus padres o profesores quienes identifican los cambios de comportamiento incluidos en la lista que acabas de leer. La depresión se da más en unas familias que en otras. Si un niño tiene un padre depresivo, tendrá más probabilidades de deprimirse. Algunos niños tienen depresión que fue desencadenado por alguno de los siguientes sucesos: pérdida de un ser muy querido, como un padre; problemas familiares de larga duración, incluyendo la violencia doméstica, una enfermedad, un divorcio, el alcoholismo o la drogadicción; malos tratos infantiles o desatención; una violación; y enfermedades de larga duración, quemaduras, enfermedades de larga duraciones, o accidentes. Pero a veces los niños se deprimen sin motivo aparente.

Pedir ayuda

Todo el mundo, se trate de un niño, un adolescente o un adulto, se puede deprimir. Es muy importante que una persona deprimida, independientemente de la edad que tenga, pida ayuda. Si lo hace, tardará menos en encontrarse mejor. A veces el tratamiento sólo implica hablar con alguien que lo sabe todo sobre la depresión. A veces la medicación puede ayudar a curar la depresión, y otras veces se necesitan ambas cosas. Si crees que puedes estar deprimido o simplemente no hay forma de quitarte la tristeza de encima, es importante que hables con un adulto sobre ello: uno de tus padres, otro familiar, un médico, un profesor, el psicólogo escolar, tu entrenador u otro adulto de confianza. Esa persona podrá ayudarte a buscar un tratamiento adecuado. Muchas poblaciones disponen de números de teléfono gratuitos, a los que la gente puede llamar las 24 horas del día si tiene problemas psicológicos o está pensando en el suicidio; estos números se encuentran en el listín telefónico. Recuerda que siempre habrá alguien que estará dispuesto a escucharte cuando estés triste o deprimido -alguien que te podrá ayudar.