sábado, 20 de noviembre de 2010

Estar Contigo


Estar contigo
es como tocar el cielo con las manos
como el sol, el primer día en verano
como en un cuento
estar contigo...

Estar contigo
desvelando uno por uno tus secretos
descubriendo todo lo que llevas dentro
lo dejo todo
por un momento
estar contigo

Yo siento que tu compañía
es el mejor regalo que me de dio la vida
la fuerza que me empuja a seguir adelante
de todo lo que tengo
es lo mas importante

Estar contigo
es como un sueño
del que no quiero despertar
Si abro los ojos y no estas

Vivir contigo es mi deseo
es todo lo que quiero hacer
y a tu lado puedo ser
solo yo mismo (solo yo misma)
solo yo mismo (solo yo mismo)

Estar contigo
es que cada día sea diferente
siempre hay algo que consigue sorprenderme
es como un juego que me divierte
estar contigo

Siento que tu compañía
es el mejor regalo que me dio la vida
la fuerza que me empuja a seguir adelante
de todo lo que tengo
es todo lo que es importante

Estar contigo
es como un sueño
del que no quiero despertar
cierro los ojos y no estas

Vivir contigo es mi deseo
es todo lo que quiero hacer
y a tu lado puedo ser
solo yo mismo (solo yo misma)
solo yo mismo (solo yo mismo)...

Para siempre niña para siempre estar contigo

Estar contigo (estar contigo)
es como un sueño (es como un sueño)
del que no quiero despertar
cierro los ojos y no estas

Vivir contigo es mi deseo (es mi deseo)
es todo lo que quiero hacer (que quiero hacer)
y a tu lado puedo ser
solo yo mismo (solo yo misma)
solo yo mismo (solo yo mismo)

viernes, 12 de noviembre de 2010

La Empatía Humana


En nuestras relaciones interpersonales exigimos que los demás nos traten con respeto y comprensión, sin embargo, nunca nos detuvimos a pensar si nosotros procuramos actuar bajo esos parámetros de conducta. Quizás envueltos en nuestras obligaciones, apurados y acelerados por el trabajo o la escuela, nos volvemos egoístas, olvidando que los demás pueden decirnos o comunicarnos cosas importantes para nuestra vida y crecimiento personal. El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés por las personas que nos rodean y a consolidar la relación que tenemos con cada una de ellas.


La empatía supone un esfuerzo, aquel que realizamos para reconocer y comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado. Sin embargo, la empatía no es el producto del buen humor con que despertamos, ni del afecto que nos une a las personas. Si esta combinación fuera común, siempre estaríamos disponibles para escuchar a los demás y dejaríamos momentáneamente nuestras ocupaciones, pensamientos y preocupaciones para atender a quienes nos rodean.

A su vez, escuchamos a menudo que la empatía es la tendencia o actitud que tenemos para ponernos en el lugar de los demás e identificarnos plenamente con sus sentimientos. Sin embargo, esto tiene el riesgo de dejar a la empatía en un nivel meramente emocional: "si siento lo mismo que el otro, entonces hay verdadera empatía".

Por eso la empatía es un valor que se vive habitualmente, totalmente independiente de nuestro estado de ánimo y disposición interior. Se facilita en la medida que conocemos a las personas, la relación frecuente nos permite descubrir los motivos de enojo, alegría o desánimo de nuestros semejantes y su modo de actuar. Por ejemplo, esto se puede evidenciar claramente entre padres e hijos, en las parejas y con los amigos donde la relación es muy estrecha, quienes parecen haber adquirido el "poder de adivinar" que sucede antes de haber escuchado una palabra, teniendo siempre a la mano la respuesta y el consejo adecuados para la ocasión.

Existen a su vez, obstáculos que debemos superar como el cansancio, el mal humor, el dolor de cabeza y las preocupaciones propias del trabajo y el estudio. Incluso, puede ocurrir que en casa los padres presten poca atención a los problemas o alegrías de sus hijos por considerarlos pequeños o sin importancia, lo cierto es que, con su actitud -y muchas veces sin querer- procuran evadir esa molestia e inoportunidad para encerrarse en sí mismos. Otro ejemplo, lo encontramos cuando en la pareja alguno da monosílabos, gestos o sonidos guturales como respuesta evidenciando la falta de comunicación entre ellos; cuando tenemos tantos problemas, y lo que menos deseamos es escuchar lo bien o lo mal que les sucede a los demás.

En estas situaciones claramente nuestro estado de animo determina nuestras relaciones, obstinados permanecemos en nuestro mundo, damos a todo lo que ocupa nuestra mente la máxima importancia, comportándonos indiferentes y poco amables; queremos ser entendidos, sin intentar comprender a los demás. Por tanto, la empatía necesita de nuestra generosidad y genuina comprensión: para olvidarnos de nosotros mismos y hacer el esfuerzo por considerar los asuntos y sentimientos que los demás quieren participarnos.

La empatía como valor -y al igual que todos los valores- no hace diferencias entre personas, es una actitud propia de la personalidad, siempre abierta y dispuesta a las necesidades de los demás: este esfuerzo es mayor cuando ante nosotros está el empleado, el alumno, el vecino, la empleada doméstica o el vecino, pues sin darnos cuenta, podemos limitar nuestra atención e interés, o peor aún, menospreciarlos por considerarlos en una posición inferior.

Además, este valor nos proporciona posibilidades infinitas, primero hacia nuestros semejantes con quienes podemos compartir y confiar problemas, alegrías, triunfos y fracasos, ser escuchados y comprendidos. De esta forma, tenemos la inmejorable oportunidad de procurar el bienestar, desarrollo y perfeccionamiento de las personas, lo cual manifiesta el profundo respeto que les debemos.

El valor de la empatía desarrolla en nosotros la capacidad de motivar y encauzar positivamente a las personas; enseñar a tener ese interés por los demás y vivirlo habitualmente, es la mejor forma de transmitir empatía e identificarnos plenamente con los demás, cambiando radicalmente el entorno social en el que vivimos.

Para nosotros, la empatía nos permite conocer y comprender mejor a los que nos rodean, a través del trato cotidiano, trasladando estas actitudes hacia el seno familiar, logrando una colaboración y entendimiento entre todos: con la pareja la relación es cada vez más estable y alegre; con los amigos garantiza una amistad duradera; con los conocidos abre la posibilidad a nuevas amistades; en la empresa ayuda a conseguir una mayor productividad al interesarnos por los empleados y compañeros; en la escuela se obtiene un mejor rendimiento por la relación que se tiene con los alumnos y entre ellos mismos.

Vivir el valor de la empatía es algo sencillo si nos detenemos a pensar un poco en los demás y en consecuencia, aprenderemos a actuar favorablemente en todas las circunstancias. Por eso, debemos estar pendientes y cuidar los pequeños detalles que reafirmarán este valor en nuestra persona:

- Procura sonreír siempre, esto genera un ambiente de confianza y cordialidad. La serenidad que se manifiesta desarma hasta el más exaltado.

- Primeramente considera como importantes los asuntos de los demás y después los propios. Después de haber escuchado, la persona que se ha acercado a ti seguramente tendrá la capacidad de entender tu situación y estado de ánimo, por lo cual estará dispuesta ayudarte.

- No hagas un juicio prematuro de las personas porque te hace cambiar tu disposición interior (no pienses: "ya llego este molesto", "otra vez con lo mismo", "no me deja en paz", "otra interrupción") Si alguien se acerca a ti, es porque necesita con quien hablar... No los defraudes.

- Si no tienes tiempo o es un mal momento, exprésalo con cortesía y delicadeza -que también es empatía- y las personas se sentirán igualmente atendidas. Importante: no dejes pasar mucho tiempo para charlar con la persona.

- Evita demostrar prisa, aburrimiento, cansancio, dar respuestas tajantes u distraerte en otras cosas; además de ser una falta de respeto, logras autodominio y demuestras interés por las personas. Aprende a escuchar.

- No olvides infundir ánimo con palabras, una palmada en el hombro o un gesto amable, sobre todo si la persona tiene problemas.

En conclusión, la empatía es un valor indispensable en todos los aspectos de nuestra vida, sin él, sería muy difícil enriquecer las relaciones interpersonales. En este sentido, quien se preocupa por vivir este valor, cultiva simultáneamente la confianza, amistad, comprensión, generosidad, respeto y comunicación.

Sin embargo, no debemos olvidar que la posmodernidad con su ritmo de vida actual, nos proporciona pocas oportunidades de servir y comprender a los demás, de conocerlos y de tratarlos como es debido. La herramienta necesaria para acercarnos y tornar nuestras relaciones más humanas es el valor de la empatía, pieza fundamental que nos enriquece y nos identifica mejor como seres humanos.

El Perdón


Existen momentos en que la amistad o la convivencia se fracturan por diversas causas, las peleas y las rupturas, originan sentimientos negativos como la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza. En estas situaciones, las personas pierden la tranquilidad y la paz interior, y al hacerlo, los que están a su alrededor sufren las consecuencias de su mal humor y la falta de comprensión.

De esta manera, debemos saber que los resentimientos nos impiden vivir plenamente, quizás un acto que provenga del corazón puede cambiar nuestras vidas y la de aquellos que nos rodean. Así, es necesario pasar por alto los detalles pequeños que nos incomodan, para alcanzar la alegría en el trato cotidiano en la familia, la escuela o la oficina. Es más, debemos evitar que estos sentimientos de rencor nos invadan, por el contrario, es necesario perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de grandeza, disculpando interiormente las faltas que han cometido otros.

En ciertos momentos, podemos sentirnos heridos por acciones o actitudes de los demás, pero también existen ocasiones en que nos sentimos lastimados sin una razón concreta, por nimiedades que lastiman nuestro amor propio.

Debemos tener cuidado porque la imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros resentimientos:

* Cuando interpretamos de manera negativa la mirada o la sonrisa de los demás.


* Cuando nos molestamos por el tono de voz de una respuesta que recibimos, que resulta a nuestro juicio, indiferente o molesta.


* Cuando el favor que otros nos hacen no se condice con nuestras expectativas.


*Cuando se le otorga una encomienda a una persona que consideramos de una “categoría menor”, para la cual nos considerábamos más aptos, entonces consideramos esta designación injusta.

Queda claro que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez juzgamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos. Debemos tener en cuenta, que hay conductas y pautas de acción, que al ponerlas en práctica, construimos herramientas para saber perdonar:

*Evitar "interpretar" las actitudes.


*No debemos realizar juicios sin antes preguntarnos el “por qué” nos sentimos agredidos o lastimados (de esta forma encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).


*Si ese malentendido se originó en nuestro interior solamente, no hay que seguir lastimándonos con pensamientos negativos como “no hay que perdonar”. Porque nos lamentamos cuando descubrimos que no había motivo de disgusto... entonces, nosotros debemos pedir perdón.

Ahora bien, si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió, debemos considerar lo siguiente:


* Estar dispuestos para aclarar o arreglar la situación.


* Buscar la manera de llegar a un acuerdo.


* Buscar el momento adecuado para plantear la situación, hacerlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.


* Al escuchar hacerlo con paciencia, buscando entender los motivos que hubo.


* Dar a conocer nuestras razones y llegar a un acuerdo.


*Olvidar el incidente, como si nada hubiera pasado. El perdón fortalece al corazón, porque le otorga mayor capacidad de amar, si perdonamos con prontitud y sinceramente, podemos comprender faltas de los demás, ayudando para que las corrijan. Puede llegar a ocurrir, que los sentimientos negativos (resentimiento, rencor, odio o venganza) pueden ser mutuos debido a un malentendido. En este sentido, encontramos a familias que están sumergidas en un torbellino de odios injustificados: “Nosotros no perdonamos porque los otros no perdonan”. En este caso, es necesario romper ese círculo vicioso comprendiendo que "Amor saca amor". Debemos entender que una actitud valiente de perdón y humildad, obtiene lo que la venganza y el odio nunca pueden: lograr reestablecer la armonía.

También debemos tener en claro que una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta. Perdonar resulta mucho más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la manera de lograr y mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como personas y de no dejarnos llevar por aquellos sentimientos negativos.

La Lealtad Humana


Quizás nadie entienda mejor el valor de la lealtad que aquella persona que ha sido traicionada en algún momento... Está claro que todas las personas esperamos la lealtad de los demás, y que a nadie le gusta ser traicionado, o saber que un amigo habló mal de nosotros. En otro sentido, nos parece terrible cuando, después de trabajar en un empresa muchos años, nos despiden sin pensar en todos los años que le invertimos. Detectar la lealtad (o deslealtad) en los demás es fácil, pero ¿Cómo estoy viviendo yo la lealtad? ¿Realmente sé qué es? ¿Qué esperan los demás de mí?

La lealtad implica un corresponder, una obligación que se tiene al haber obtenido algo provechoso. Resulta un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos. Por eso, el concepto de lealtad se entronca con temas como la Patria, el trabajo, la familia o la amistad. Cuando alguien nos ha dado algo bueno, le debemos mucho más que agradecimiento.

La lealtad es un valor, pues quien es traidor, se queda solo. Necesitamos ser leales con aquellos que nos han ayudado: ese amigo que nos defendió, el país que nos acoge como patria, esa empresa que nos da trabajo. La lealtad implica defender a quien nos ha ayudado, en otras palabras “sacar la cara”.

Si somos leales, logramos llevar la amistad y cualquier otra relación a una etapa más profunda, con madurez. Cualquiera puede tener un amigo superficial o trabajar en un sitio simplemente porque nos pagan. Sin embargo, la lealtad implica un compromiso mayor: supone estar con un amigo en las buenas y en las malas, es el trabajar no sólo porque nos pagan, sino porque tenemos un compromiso con la empresa en donde trabajamos, y con la sociedad misma.

En este sentido, la lealtad es una llave que nos permite tener un autentico éxito en nuestras relaciones. Además no es un valor fácil de encontrar. Es, por supuesto, más común aquella persona que al saber que puede obtener algo de nosotros se nos acerque y cuando dejamos de serle útil nos abandona sin más. Es frecuente saber que alguien frecuenta un grupo contrario porque le da más beneficios, luego, esta persona no resulta confiable para nadie.

Existen distintas actitudes desleales:


* Las críticas que se hacen las personas, resaltando los defectos, lo limitado de sus cualidades o lo mal que realizan su trabajo.


* Hablar mal de nuestros jefes, maestros o de las instituciones que representan.

* Divulgar confidencias que se nos han hecho.


* Quejarnos del modo de ser de alguien y no ayudarlo a superarse.


* Dejar una amistad por razones injustificadas y de poca trascendencia, como el modo de hablar, vestir o conducirse en público.


*El poco esfuerzo que se pone al hacer un trabajo o terminarlo.


* Cobrar una suma mucho más alta a la pactada.

Como vemos, la Lealtad se relaciona estrechamente con otro Valores como la Amistad, el Respeto, la responsabilidad y la honestidad entre otras.

Sin embargo, no es suficiente contradecir las actitudes desleales para ser leal, es necesario detenernos a considerar algunas observaciones:

*En toda relación se adquiere un deber respecto a las personas. Como la confianza y el respeto que debe haber entre padres e hijos, la empresa con los empleados, entre los amigos, los alumnos hacia su escuela…


* Es necesario reconocer los valores que representan las instituciones o aquellos que promueven las personas con sus ideas y actitudes. Nunca será buena idea que una persona que se preocupa por vivir los valores, trabaje en un lugar donde se hacen fraudes o impera la corrupción.


*Se deben buscar y conocer los valores permanentes para cualquier situación, de otra forma se es "leal" mientras se comparten las mismas ideas. La persona que convive en un ambiente de diversión malsana y excesos, pronto se alejará y comenzará a hablar mal de aquellos que dejaron de participar de sus actividades.

De esta forma vemos como la Lealtad no es consecuencia de un sentimiento afectivo, sino el resultado de una deliberación mental para elegir lo que es correcto. El mentir para encubrir las faltas de un amigo (en la casa, el trabajo o la escuela) no nos hace leales, sino cómplices.

A su vez, si colocamos como valor fundamental el alcance de objetivos, podemos llegar a perder el sentido de la cooperación. La persona que participa de una actividad sólo por el resultado exitoso, fácilmente abandona la empresa cuando las cosas no salen bien o simplemente deja de obtener esos beneficios a los que estaba acostumbrado.

Lo que debe quedar claro es que lo importante es vivir los valores por lo que representan, no por las personas que en algún momento dictan una norma. Todo trabajo se debe hacer bien, no por “quedar bien con el jefe”, sino por nuestra integridad y compromiso con nuestro trabajo y nuestra sociedad.

Con todo lo anterior veremos que aún sin darnos cuenta, las relaciones que hemos sabido mantener se deben en gran medida a la vivencia del valor de la Lealtad. No basta conocer los valores, es necesario darlos a conocer y reforzarlos para lograr un cambio de actitud, al hacerlo, logramos madurar la amistad y fortalecer el afecto.

La Superación


Es una acción que requiere inmediatez, planeación, esfuerzo y trabajo permanente. Por lo que simplemente el tiempo, el deseo y la propia estimulación, no llegan a un buen puerto.

Las aspiraciones que habitualmente tenemos en la vida, tienen su centro en aquellas oportunidades, su provecho y la obtención de los frutos deseados. Por lo tanto, podríamos decir que la superación es aquel valor que nos motiva a perfeccionarnos, ya sea desde lo humano, espiritual, profesional, económico. Por lo cual debemos vencer todos aquellos problemas que se nos presenten. Para ello, desarrollaremos la capacidad de lograr cada objetivo propuesto. Es decir, que la verdadera solución no tiene cantidad, sino por el contrario, calidad.

Los seres humanos tenemos que saber que poseemos un deseo innato: la superación. Pero a veces, nos paralizamos. ¿Por qué? Diríamos que el principal freno es nuestra persona, ya que muchas veces los temores más profundos, nos paralizan y actuamos como simples conformistas.

Usualmente, nos encontramos con personas que hablan permanentemente de sus planes y del nuevo rumbo que iniciarán en sus vidas, pero finalmente todo se desvanece, y quedan en palabras y deseos, replicando los contratiempos no previstos, los cuales obstaculizaron sus objetivos. Ello demuestra lo que mencionábamos anteriormente, y es que la superación no se logra con tiempo, sino con acciones inmediatas y cargadas de esfuerzo y arduo trabajo.

El gran cambio lleno de beneficios materiales, no concuerda con la superación. La capacidad de plantearnos nuevos retos, disponernos a enfrentar y resolver dificultades, es temida por las personas, ya que el tiempo y permanencia en un determinado lugar, nos asegura estabilidad y seguridad.

Justamente, la manera más fácil de medir el progreso, es la acumulación de recursos económicos y materiales tan necesarios. El problema es que siempre encauzamos la superación hacia ese punto. El hecho aquí, es que existen otros aspectos fundamentales que debe tener en cuenta cualquier persona.

Por ejemplo, como manejamos nuestros hábitos y costumbres (ya sea desde el cuidado de cosas ajenas y personas, a la amabilidad con que nos dirigimos hacia otros). Además como nos desenvolvemos en el ámbito laboral. Si somos padres analizar que tiempo le dedicamos a nuestros hijos y la labor que estamos haciendo en la formación de nuestra familia. Y además ver nuestra cercanía al ámbito espiritual, ya que es muy frecuente que quede descuidado, sin embargo es un espacio que ofrece muchas posibilidades para el conocimiento de valores, preceptos y sacramentos.

Como mencionábamos anteriormente, en los bienes materiales no encontramos la superación; sino por el contrario, está en nosotros mismos. Ahora bien, tampoco importa la edad en el que uno se dispone a superarse, porque renunciar a mejorar, se asemeja a una vida sin falta de aspiraciones, es decir, solamente a conformarse.

El desánimo, es uno de los aspectos en donde fácilmente podemos caer, pero recordemos las posibilidades de superación son innumerables. Para iniciarse en este camino, elabore un pequeño plan de manera ordenada y trate de ponerlo en práctica consistentemente. Verá que los resultados pueden llegar a ser los soñados.

Como sabemos, nada es fácil en esta vida. Existen y siempre existirán obstáculos, pero justamente la superación consiste en afrontarlos y sacar de ellos nuevas experiencias. La perseverancia y la paciencia son dos valores fundamentales para llegar a la meta y a la cima de todos nuestros objetivos.

La Comprensión


Cuando alguien se siente comprendido entra en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz interior. ¿Qué hacer para vivir este valor en los pequeños detalles de la vida cotidiana?

¡Quiero que me comprendas! Cuántas veces hemos tenido la necesidad de encontrar a alguien que escuche y comparta nuestros sentimientos e ideas en un momento determinado. Cuando nos sentimos comprendidos entramos en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz interior. Pero, ¿somos capaces comprender a los demás? ¿de procurar dar algo más que un simple: “si te comprendo”?

La comprensión es la actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales los actos o sentimientos de otro. Es en este momento nos percatamos que la comprensión va más allá de “entender” los motivos y circunstancias que rodean a un hecho, es decir, no basta con saber que pasa, es necesario dar algo más de nosotros mismos.


Podemos “saber “ que un empleado nuestro comete errores con cierta frecuencia, “justificamos” este hecho debido a una falta de conocimiento, lo cual determina sus fallas como involuntarias y observamos la necesidad urgente e inmediata de brindar la capacitación correspondiente. El justificar se convierte en una disculpa, en una atenuante que nos hace ubicar el problema en su justa medida, por lo tanto, la comprensión nos lleva a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los demás a superar el estado por el que actualmente pasan.


El ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada hubiera pasado, la tolerancia debe traducirse como la confianza que tenemos en los demás para que superen sus obstáculos. El padre de familia que retira todo su apoyo a los hijos hasta que mejoren sus calificaciones, condiciona su comprensión a resultados, y no al propósito, al esfuerzo y al empeño que se pongan para lograr el objetivo.


Ver con “naturalidad” los actos y sentimientos de los demás, es la conciencia de nuestra fragilidad, la convicción de saber que podemos caer en la misma situación, de cometer los mismos errores y de dejarnos llevar por el arrebato de los sentimientos.


La mayoría de las veces los sentimientos juegan un papel importante y debemos ser cuidadosos. Una persona exaltada, triste o francamente molesta esta sujeta a la emoción momentánea, lo cual reduce su capacidad de reflexión, con la posibilidad latente de hacer o decir cosas que realmente no piensa ni siente. Cada vez que alguien pide comprensión, a través de palabras o actitudes, busca en nosotros un consejo, una solución o una idea que lo haga recuperar la tranquilidad y ver con más claridad la solución a su problema.


El comprender no debe confundirse con un “sentirse igual” que los demás, esto puede suceder con las personas a quien les tenemos cierta estima, pero, ¿Qué pasaría con quienes no tenemos un lazo afectivo? Es necesario enfatizar que la comprensión, es y debe ser, un producto de la razón, de pensar en los demás, “ de ponerse en los zapatos del otro”, sin hacer diferencias entre las personas. Si alguna vez nos hemos visto incomprendidos, recordaremos el rechazo experimentado y como nos sentimos defraudados por la persona que no supo corresponder a nuestra confianza.


Existen un sinnúmero de oportunidades para vivir el valor de la comprensión. En las situaciones cotidianas tenemos a tendencia a reaccionar con impulsos, por ejemplo: cuando no esta lista la camisa que pensábamos usar; si llegamos a casa y aún no han terminado de preparar la comida; una vez más los hijos han dejado sus juguetes esparcidos por toda la casa; los compañeros de clase que no terminaron a tiempo su parte del trabajo en equipo; el informe para la oficina que tuvo errores y se retrasó; etc.


Si deseamos hacer nuestra comprensión de manera consciente, debemos pensar un momento si hacemos lo necesario para:


- Aprender a escuchar y hacer lo posible para no dejarnos llevar por el primer impulso (enojo, tristeza, desesperación, etc.)


- No hacer juicios prematuros, primero se deben conocer todos los aspectos que afectan a la situación, hay que preguntar. No basta decir que una persona es poco apta para un trabajo.


- Distinguir si es una situación voluntaria, producto de los sentimientos o de un descuido. En cualquier caso siempre habrá una forma de prevenir futuros desaciertos.


- Preguntarnos que haríamos y como reaccionaríamos nosotros al vernos afectados por la misma situación.


- Buscar las posibilidades y opciones de solución. Es la parte más activa de la comprensión, pues no nos limitamos a escuchar y conocer que sucede.


- Dar nuestro consejo, proponer una estrategia o facilitar los medios necesarios que den una alternativa al alcance de la persona.


La comprensión no es algo para ejercitar en situaciones extremas, se vive día a día en cada momento de nuestra vida, con todas las personas, en los detalles más pequeños y en apariencia insignificantes.


¡Qué importante es la comprensión! Podemos afirmar que es un acto lleno de generosidad porque con ella aprendemos a disculpar, a tener confianza en los demás, y por lo tanto, ser una persona de estima, a quien se puede recurrir en cualquier circunstancia.